domingo, 21 de agosto de 2011

LEY DEL PERDON --Carlos Cuauhtemoc Sanchez

            Perdonar es un acto liberador, exclusivo de los seres espiritualmente superiores.


IRA, RENCOR O PERDON


            La ira es un fuego que quema repentinamente como reflejo sano de todo ser humano que ha sido afectado por otro.

            Es normal enfadarse con los demás, con uno mismo y hasta con Dios; sin embargo, el fuego de la ira debe consumirse hasta las cenizas del perdón.

            Si la ira no culmina en perdón, desemboca en rencor. El rencor es la ira crónica. Las personas llenas de rencor llegan a calumniar, a golpear e incluso a asesinar.

            El perdón verdadero son las cenizas de la ira extinta.

            Se ha perdonado cuando ya no se sienten deseos de venganza, cuando se recuerda el ayer con nostalgia pero sin tratar de encontrar culpables.

            El perdón es la aceptación pacífica de los hechos, la conciencia de que todo lo ocurrido nos ha dado mayor madurez, la renovación del amor propio y del amor a Dios.


TERAPIA LIBERADORA


            La mejor manera de extraer de nuestra alma el veneno que nos inyecta otras personas es perdonado.

            Quien perdona no le hace ningún favor a su agresor, se lo hace a sí mismo.

PROCESO DEL PERDON


Para perdonar se requiere:

  1. Enfrentar  abiertamente el dolor. Reconocer con humildad que estamos heridos, pues alguien nos afectó injustamente y ese daño nos causa enorme sufrimiento.
  2. Evaluar el costo de aquello que perdimos. Hacer un recuento real y reconocer el valor de cuanto nos quitaron.
  3. Regalar lo que perdimos. Volvernos mentalmente amigos del agresor, tratar de comprender sus razones y decirle con nuestro pensamiento: “Lo que me quitaste, te lo regalo; no lo mereces, pero te lo doy; es tuyo, no me debes nada.” Esto nos conduce al verdadero perdón, es el último dígito de la combinación, sin él no hay nada; con él todo.

UN REGALO


            El amor real no es un premio. El amor es un regalo. Perdonar es un acto de amor, por lo tanto, el perdón es, también, un obsequio.

            Resulta imposible perdonar al ofensor después de hacerle pagar su error. Se perdona antes de cobrarle o no hay perdón.

            A un hombre que cumplió su condena, después de diez años en la cárcel, nadie puede decirle: “estás perdonado”, simplemente porque aquel hombre ya pagó su deuda. Perdonar es declararle “NO” a la venganza, “NO” a ser verdugo del que ha fallado.

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